Hubo un día que fuimos lo que fuimos, tú me diste y yo te di, me entregué y te entregaste. Pero un día llegó el viento del cansancio, ese que entra como una brisa marina, suave y sugerente, que con el tiempo se va instalando en los corazones y como un incipiente huracán, se alimenta de las miradas no encontradas, de los besos esquivos, de las caricias forzadas, del amor cangrenado y que con el paso del tiempo, se convierte en un huracán devastador que acaba con todo, sin dejar, si quiera, la sonrisa de aquella entrañable amistad.
Doloroso adión, querido Moisés, a veces la vida gira muy rápido y nos hace cambiar de rumbos, lo importante es volver a conseguir el camino a los sueños!
ResponderEliminarMe encantó, a pesar del dolor, o tal vez porque con él me diste en el alma!
Besotes,
Chiqui.-
Así es la vida, huracán y calma, calma y huracán y de vez en cuando, sale el Sol. Besos
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